El dato es revelador y lo confirmó en su declaración el sepulturero Juan Carlos López. Esto abre la posibilidad de que la profanación estuviera motivada por un ritual. El dueño de la funeraria, que quedó libre, también dio detalles del servicio.
“Luego de unos días, más o menos cinco días desde el entierro, vi que había flores plantadas y velas blancas, no vi quién las colocó” dijo ayer Juan Carlos López, el sepulturero del cementerio de Otamendi y con ese detalle dejó más firme aquello que sobrevuela desde el principio: la profanación motivada por algún ritual.
La fiscal Ana Caro, además de recibir la declaración de López, también lo hizo con el funebrero Juan Della Santina, a quien por cuestiones de salud y edad le otorgó la libertad. Ambos siguen imputados del delito de encubrimiento de sustracción de cadáver y a López, asimismo, se le agregó el cargo de “falso testimonio”.
La declaración del sepulturero López fue la más sustancial, aunque el aporte hecho por Della Santina también fue importante para entender todo el proceso de velorio y entierro.
Della Santina explicó que el 11 de marzo los familiares del niño contrataron el servicio fúnebre y que él mismo los acompañó hasta la comisaría octava para realizar la denuncia por el fallecimiento en el Materno Infantil.
Luego dio precisiones sobre el acondicionamiento del cuerpo y confirmó que los familiares le dijeron que querían velarlo hasta el día lunes. Della Santina narró que tras dejar el cuerpo y los elementos de la capilla ardiente en la quinta donde viven los padres recién regresó el lunes por la mañana.
Con su relato quedó claro que el cuerpo del niño llegó dentro del ataúd al cementerio de Otamendi el lunes 13 alrededor de las 10 y que el entierro tuvo una vergonzosa dificultad: “El sepulturero les hace dejar el cajón en la posición para el entierro y no entraba el ataúd. El sepulturero era el mismo Carlos López, lo vuelve a poner (al ataúd) sobre el bordeo del pozo y se pone a excavar. Era un día de calor y los familiares le ayudaron para hacer el pozo porque el cajón no entraba. Pasé un momento muy feo por eso”.
A su turno, el sepulturero coincidió en cuanto al procedimiento y a ese incidente de la escasa profundidad de la fosa. Para poder reconstruir con precisión el estado de la tumba tras el entierro, López dijo que “los familiares realizaron su despedida con sus costumbre derramando caña quemada y Coca Cola al costado de la tumba y luego tiraron flores. Y luego yo lo tapé con tierra. Que no me acuerdo pero creo que puse tres o cuatro coronas sobre la sepultura, y los familiares llevaban una cruz que la pusieron ellos en la cabecera”.
En ese sentido agregó que “luego de dos o tres días se retiran las flores y las coronas cuando se marchitaron, mientras tanto no se hizo ningún mantenimiento para esa tumba, cuando retiro las flores no noto nada raro, y luego de eso, de retirar las flores ya no se hace ningún mantenimiento sobre la tumba en particular. Luego de unos días, más o menos cinco días desde el entierro, vi que había flores plantadas y velas blancas, no vi quién las colocó”.
Tras afirmar que al cementerio de Otamendi la gente solo entra por el acceso principal o por una tranquera y que aunque solo asiste 6 horas al día, negó haber visto algo extraño entre el 13 de marzo y el 21.
Antes de cerrar su declaración, López dijo que se había expresado mal el día 23 y que “ahora sí decía la verdad”. Esta aclaración se originó en defensa de la imputación por “falso testimonio”, ya que cuando se hizo el registro de cementerio ese día dio datos que luego no fueron corroborados por la realidad.
Esa mentira genera suspicacias en las investigadores, aunque López asegura que se trató de una mala manera de expresarse y no de algo deliberadamente mendaz.
Las especulaciones
El cuerpo del niño Fernández Tejerina fue velado a cajón abierto durante más de un día en la quinta “Guido Rueda” del Paraje “El Boquerón”. Finalizada la ceremonia, de la que participaron numerosos familiares -algunos llegados de Bolivia-, la cochería se encargó de llevar el féretro hasta el cementerio de Otamendi.
También los familiares fueron testigos del entierro y no solo eso, dolorosamente también debieron ayudar a materializarlo ante la falta de previsión del sepulturero. Una vez que la fosa tuvo la profundidad suficiente, el féretro fue introducido y cubierto con tierra.
Padres y otros parientes colocaron ofrendas florales, una cruz de madera y botellas vacías a un costado. Entonces dieron por concluida la ceremonia.
El pequeño había fallecido el 10 de marzo al atragantarse con un globito de agua. La muerte se constató en el traslado desde El Boquerón hasta el hospital Materno Infantil, situación que generó un pedido de investigación por parte de la familia.
Lo cierto es que tras ser sepultado, el féretro fue profanado en algún día anterior al 18 de marzo y el cadáver mutilado. El autor de tal aberrante práctica, cuya motivación se desconoce, luego lo abandonó a más de 20 kilómetros del cementerio, en la ruta 11 entre Miramar y Mar del Sud.
La responsabilidad de la profanación parece esconderse, en mayor medida, en el cementerio y por eso su encargado, Juan Carlos López, afronta más complicaciones.
De acuerdo a una información a la que accedió LA CAPITAL, es probable que no avance la imputación por “encubrimiento”. Es que el aberrante caso tiene dos hechos claramente diferenciados en tiempo y espacio. Por un lado la sustracción del cadáver de la que ya no quedan dudas sucedió en la tumba. El féretro estaba partido en su tapa y había sido nuevamente sepultado, ya vacío. Esa circunstancia, parece haber sucedido con desconocimiento de las autoridades del cementerio y de la cochería.
El otro hecho es la mutilación del cadáver, aspecto sobre el cual no hay demasiadas pistas sólidas.
Durante la tarde de ayer el octavo piso de Tribunales se vio convulsionado por la actividad judicial de la fiscalía de Miramar. Las abogadas Carolina Ramasco y Marcela González, en representación de la familia del niño Matías Fernández Tejerina (2), participaron de las diligencias aunque no asistieron a las declaraciones ya de las mismas solo participan las defensas.